Incesto y Lactancia.


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Hola. Me llamo Sara. Quería contarles una historia real que sucedió despues de separarme y que continua todavía. Tengo 27 años y hace dos me separé y me fui a vivir con mi padre que era viudo. Mi padre, de 57 años, y un poco chapado a la antigua, me acogió con agrado al principio pues se encontraba muy solo desde que murió mi madre, pero cuando se enteró de que estaba embarazada, me insistió para que hiciera las paces con mi marido. Yo me negué y lo amenacé con tirarme a la calle si no me aceptaba en su casa hasta que encontrara trabajo. Al fin accedió e incluso se monstró ilusionado con mi próxima matenidad. Mi padre siempre había sido cariñoso conmigo aunque, de natural serio, no era demasiado expresivo ni gustaba de abrazar o besar a la gente, incluso de la familia. Mi embarazo lo había enternecido sin embargo. Me quedé muy sorprendida cuando me dijo la primera vez:


-A ver esa esa pancita como va?


Y cuando se la hube enseñado, levantándome un poco la parte de arriba del camison que llevaba en esos momentos, me puso la mano y me la acarició suavemente.


Me acostumbré al seguimiento diario que mi padre hacía de mi embarazo y yo misma le decía a veces, levantandome la blusa: mira como se nota ya! Y me acercaba para que él mismo lo comprobara pasándome la mano por mi vientre, a penas prominente. Yo también estaba muy ilusionada y andaba todo el día con la barriga al aire. Me sentía maravillosamente con mis pechos hinchados, turgentes, nunca los había tenido tan ricos. Por la noche, cuando me metía en la cama, o en el baño, mientras me duchaba, me los acariciaba y me los apretaba dandome muchísimo placer.


Mi padre le cogió gusto a besarme la panza porque cada día lo hacía mas detenidamente y por mas tiempo. Lo tomó como un ritual. Nunca pensé que mi padre pudiera estar excitándose sexualmente con esas caricias hasta el día en que yo misma, durante una placentera sesión de suaves masajes en mi panza, sentí una especie de escalofrío que me recorrió todo el cuerpo al sentir que la mano de mi padre hacía circulos muy abiertos sobre mi barriga y llegó a rozar los pelitos de mi pubis que me salían por al lado de la bombacha. Por dentro, me tensé bastante al sentir ese escalofrío pero hice como que no se me notaba y disimulé como pude mis pechos para que mi padre no notara como se me habían puesto los pezones con aquel latigazo, pues no llevaba sujetador y la tela del vestido era muy ligera. Al poco, mi padre se retiró y nos despedimos para ir a dormir. Me fui a mi cuarto con la entrepierna mojada y los pechos excitadísimos y cuando estuve sola me abrí los labios del coñito y me di placer entre jadeos callados para que mi padre no me oyera.


Mi padre siguió con sus toqueteos diarios a mi barrigota sin pasar de ahí. Eso sí, las miradas que me lanzaba a las tetas mientras me acariciaba no me pasaron desapercibidas, sobre todo después de que aquella caricia fortuita o que yo creí tal, en los pelitos de mi pubis, me hiciera vibrar como lo hizo.


Un día, mientras estaba con el masaje y tenía su cara mas cerca de mi escote, que ya os podeis imaginar como lo tenía, me llegó a decir:


-Hija, que pechos se te han puesto...!


-Yo me reí nerviosa y solo acerté a decirle, orgullosa:


-Sí, verdad?


-Preciosos! me contestó mi padre, mientras me los miraba ya directamente.


Yo los mostraba, inconsciente de la calentura que estaba despertando en mi padre aunque algo empecé a notar cuando ya no fue una vez de manera fortuita sino que muchas veces se detenía como quien no quiere la cosa en mis pelitos, jugueteando con ellos, mientras me acariciaba la barriga. Así estuvimos un tiempo, extasiados con esas caricias que me daba y con una calentura cada vez mayor que se convertía en lujuria solitaria por la noche.


Una mañana, estabamos sentados en la cocina desayunando. Yo estaba en camison, a través de él se adivinaba mi barriga ya notoria –estaba de siete meses- y mis hermosos pechos. De soslayo pude ver que en el pijama de mi padre asomaba un bulto que trataba de disilumar como podía. Salió de la cocina y entró en el baño. (Luego supe, porque él me lo contó tiempo atrás, que practicamente desde que llegué a la casa se había estado matando a pajas y que siempre despues de tocarme la barriga, se tenía que ir al baño o a su habitación a darse gusto pensando en mí.)

Al salir del baño, ya menos tenso, me dijo:


-A ver, como va esa barriguita?


Y empezó como siempre a sobarmela entera. Yo me dejaba hacer. A veces, lo sorprendía con los ojos cerrados mientras me acariciaba, como soñando, y un día me dijo


-Oye, nena, quería pedirte algo, espero que no te moleste, es que veras, siempre he tenido curiosidad por saber como sabe la leche materna y tu madre nunca me la dio a probar, me la darías a probar cuando te venga la leche?


-Me empecé a reir, diciendole que era un chiquillo pero me pareció algo inocente y como un juego le contesté:


-Bueno, si te portas bien, te daré algo, si sobra, claro.


-De veras?? Exclamó entusiasmado sin dejar de mirarme los senos...


-Prometido! Le dije entre risas. Si eres un puen papito, te daré tetita.


-Ummmm... exclamó goloso mi padre y acercándose me dio un besito muy tierno y cálido en cada pezoncito que asomaba a través de mi corpiño...

Yo, divertida (y excitada), le dije:


Eh, que todavía no tengo leche!!


A lo que mi padre me respondió:


Bueno, está bien, me esperaré como un papito bueno a que estas tetitas estén en su punto pero has de saber, te lo digo cientificamente, que los pezones hay que prepararlos antes de amamantar, no te lo ha dicho tu médico?

Nos reimos y la conversación se quedó ahí pero yo, por ver si mi padre decía la verdad y puesto que yo era primeriza y no estaba muy puesta en estos asuntos, le consulté a mi tocólogo que me reafirmó lo que me había dicho mi padre, que los pezones había que "endurecerlos" y que había varios metodos consistentes en frotar con una toalla por ejemplo y también, por supuesto, succionándolos y sobándolos. Cuando llegué a casa, le conté lo que me había dicho el médico y se echó a reir de mi incredulidad.


-Ves tontita? Se diría que tienes quince años... Anda ven aquí, desconfiada...


Me atrajo hasta sí sentandome en sus rodillas... Mi barriga era ya un poco mas prominente aunque yo todavía estaba ágil. Papá, levantándome la blusa y bajándome un poco los pantalones, dejó toda mi panza al aire y empezó a chuparmela como siempre, diciéndome:


-A ver como está esa barriguita? Y llevando una mano hacia mis pechos, empezó a acariciar mis pezones, ya erectos, por encima de la tela.


-Vamos a preparar estas tetitas para que puedan amamantar bien.. sí?


Mi padre me desabrochó la blusa y me bajó en sujetador. Mis tetas aparecieron, hinchadas, nerviosas, desafiantes delante de los ojos de mi padre. Yo me sentía orgullosa de mis tetas y aunque sentí vergÌenza de estar así delante de él, la excitación era tal que mis pezones estaban empinados a mas no poder. Mi corazón latía a toda velocidad al sentir la mano de mi padre recorriéndome un pecho, luego el otro... Me estaba excitando y no quería que se notara!!! En eso mi padre me dijo:


-Vamos a preparar este pezoncito, sí, cariño?


Y mientras con una mano me sobaba una teta, acercó su boca a la otra y dejando ver una lengua salidita, me lamió primero el pezón y luego me lo mamó mientras mientras murmuraba:


-Mmmmm que tetitas se te han puesto hija....


Mientras decía esto, no dejaba de sobarmelas y de mamarme los pezones primero con mucha lengua, excitándomelos despacio, luego mamandome como un loco, gimiendo como un gato en celo... Al cabo, yo tambien empezé a murmurar y a gemir debilmente, no dejando ver totalmente la calentura que se estaba apoderando de mi entrepierna... y de la de mi padre, porque yo estaba sentada encima de su polla, que me estaba quemando en el culo...

Así pasamos un buen rato, mi padre venga a sobarme y a chuparme, con una lenguita que nunca ningun hombre igualó en lascivia... Era una situación un poco vergonzosa: un padre salido toqueteando y chupandole las tetas a su hija preñada mientras le restriega la polla bajo el pantalon, y una hija preñada y no menos salida, orgullosa de mostrarle las tetas a su padre y excitándose a mil con la lengua que su padre le da.

Mi padre estaba a reventar, me devoraba las tetas y gemía mientras se frotaba cada vez mas rápido con mi culo diciendome:


-Sarita, me quiero correr en tus tu bombachita con mi boca...


Entonces se sacó la ardiente pija (Que era mucho mas grande que la mi ex esposo y la acomodó entre mi bombacha y mi culo. Yo, al sentir el contacto con el pija de mi padre entre mis labios que estaban hinchados por el embarazo y la excitación, empecé a moverme y a restregarme el culo con su pija en un vaiven cada vez mas descarado y obsceno mientras mi padre acompañaba el ritmo con un movimiento en mis tetas que me hacía soltar alaridos de gusto.


-Síi, hija... que cuerpazo tienes... ummmm... sigue... sigue.... ummm como te mueves.... sigue amor....


Yo, incredula todavía de las palabras que nos decíamos, de la calentura que se había apoderado de nosotros y del gusto que estabamos sintiendo ambos al rozarnos tan intimamente, me abandoné al placer. Y cuando me di cuenta, tenía el rabo de mi padre clavado dentro... Me sentí una hembra como nunca me había sentido, preñada y follada por mi padre... Estaba en el paraiso...


A partir de ese día, mi padre siguió mi embarazo de mucho mas cerca. Por supuesto me preparó los pezones de maravilla y pude amamantar a mi hijo y a mi padre. Vivimos unos meses de plenitud. El embarazo nos hizo desearnos perdidamente y el resto lo vivimos intensamente. Mi padre no se cansaba de cogerme, ni yo de que me cogiera. Estuvimos los dos hasta el parto permanentemente salidos. Pero esta calentura no se aplacó despues del parto. Dos días despues, me subió la leché, tenía los pechos muy congestionados y había que sacarla manualmente. Mi padre me dijo que los pechos debían colgar hacia abajo para poder extraer mejor la leche de ellos, nos lo dijo la enfermera cuando todavía estabamos en el hospital. Así que me puse acuatro patas encima de la cama, mis enormes pechos quedaron colgando, me dolian mucho de la presion de la leche. Mi padre me dijo:


-Así, mi vida, muy bien, voy a ordeñarte con cuidado.


Mi padre me saboreo las dulces tetas, me las palpó bien mientras decía:


-Ummmm... Sarita, que tetas... ahora si que se te pusieron ricas, eh?...


-Sí, pero me duelen mucho... Aliviamelas, papá!!


Mi padre empezó a sacar leche de mis tetas y yo me sentí cada vez mas aliviada y excitada, sobre todo cuando observé que mientras me ordeñaba y me mataba de gusto con sus manoseos, con la otra mano papá se había sacado la pija y se estaba haciendo una paja monumental, hasta que se corrió y juntamos su leche con la mía. Así convinimos que cada vez que yo le diera de mamar a él, el me daría de mamar a mí y que hasta que pudieramos volver a follar, nos ibamos a ordeñar y a mamar mutuamente. Y así lo hicimos.

Después de esta maravillosa experiencia de amor y lujuria que nos proporcionó mi embarazo,..¿ cuanto creeis que tardó mi padre en decirme que deseaba verme preñada otra vez, que anhelaba poder gozar de mi cuerpo de hembra? El día que me lo dijo, estábamos en la cama, acabábamos de echar un polvazo de los que mi padre me echaba diariamente. Pero el deseo que mi padre me acababa de confesar de verme otra vez embarazada, me excitó como nunca lo había estado hasta entonces. Mi padre no tardó en empalmar nuevamente. Levanté ese día mas mis piernas, abrí bien mi rajita y le dije: papá, préñame! Mientras empujé cogiéndome a sus nalgas para que su polla me entrara hasta el fondo.... .Así lo hicimos muchas veces, mi padre descargando su leche muy dentro de mi vagina y yo cerrandola despues de que me la hubiera echado, contrayendo los músculos, para que el semen de mi padre se quedara mucho tiempo dentro y así tener mas posiblilidades de quedar embarazada. Al fin, el momento tan deseado llegó y la prueba del embarazo dio positivo. Mi padre no estaba en casa cuando volvi de hacerme la prueba. Mientras lo esperaba, tomé un baño y me acaricié pensando en que pronto tendría otra vez las formas que volvieron loco a mí padre. Mientras me miraba, tuve la idea de afeitarme el culito y darle la sorpresa cuando volviera. Ya así lo hice. Me rasuré hasta el último pelito del culo, y me dejé los labios lisos, se me veían muy rosados y carnosos. Me excité mucho mirandomelo peladito y suave y me tuve que hacer una suave pajita mientras esperaba a papá, de caliente que me puse. Cuando llegó, yo me había puesto una bata sin nada debajo y estaba sentada en un sillon del sofá, hacía como que leía pero la excitación no me dejaba. Mi padre se acercó, me besó en los labios como siempre mientras me metia una mano por la bata hasta alcanzar bien una de mis tetitas. Yo le aparté la mano y le dije:


-Siéntate, tengo que contarte algo. Mi padre se sentó en el sofá, en frente de mí y me dijo:


-A ver, ¿ que tienes que contarme amor? Soy todo oidos.


-Yo desabroché mi bata y dejé primero mis pechos al descubierto, a lo que mi padre lanzó un grito mientras me decía:


-Hija, cada día tienes las tetas mas ricas, sin quitarles ojo.


Yo seguí abriéndome la bata y cuando la hube abierto por completo, puse una pierna encima de uno de los brazos del sillón y la otra en el otro, quedando mi rajita totalmente abierta ante los ojos de mi padre, que no sabía qué hacer cuando le dije


-Estoy embarazada...


Mi padre se volvió como loco, me chupó la rayita del culo con ansia, lanzando gemidos y murmurándome cosas tiernamente obscenas que me hacían estallar de placer. Me gustaba mirar su lengua, lamiendo y lamiendo mi culo mientras se agarraba la pija con la mano. Luego se la chupé yo. Tenía una polla durísima y bien gorda. Perdí el conocimiento chupando y chupando. La polla de papá me emborrachaba. Antes de correrse paró y me dijo que quería hacerlo dentro de mí. Me la metió allí mismo, sentada con las piernas abiertas en el sillón despues de haberme hecho correr con su lengua y sus jadeos en mi rajita.


-Eres una hembra, hija, ninguna mujer me ha puesto el rabo como tú me lo pones... Me dijo entre gemidos y convulsiones, dándome embestidas cada vez mas rápidas con su verga que me llenaba entera...

Nos corrimos como locos. Me sentí plena nuevamente. Preñada de mi padre y con su enorme verga nuevamente dentro. Nunca pensé que se pudiera estar tan caliente y ser tan feliz con un hombre.

Termine enamorandome de mi padre y para cuando nacio mi hijo (Que era de mi ex esposo), decidimos hacerlo nuestro, es decir como si fuese hijo mio y de mi padre. Para esto nos habiamos mudado de la ciudad y ni bien terminara de criar a mi hijo , ya estaba pensando en tener otro hijo...pero con la esperma de padre. Los dos nos habiamos puesto de acuerdo en tener otro hijo que fuese producto de una relacion incestuosa , ya que nos amabamos con LOCURA

Tetas lactantes en la oficina.


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Habia conocido una chica muy bonita en la oficina, solo habia oido decir que ella había tenido amores con alguien de la empresa anteriormente, y no vi nada de eso ya que apenas hace dos años comencé a laborar en esta compañía. Era casada hace tres años y ya iba a dar a luz su primer hijo, antes de dos meses, y ya regresaría de su permiso post natal que duró meses.

Hace como 10 días regresó a sus labores y por supuesto como dio a luz se encuentra lactando. Un día después que vi un juego en la televisión, se me vino la idea a la mente de lo bueno que sería probar como era la lecha materna. Esta idea me llegó a la mente porque me estaba acordando de ella. Así que comencé en un plan: Después de tantos días de intentarlo, cierto día decidí echarle pichón al asunto. Como a las 4:00 p.m. de la tarde, me dirigía hacia su cubículo y le dije que deseaba hablar con ella personalmente. Ella me invitó ha un salóncito que quedaba al lado en donde acostumbraban a comerse su lunch y me preguntó:

-¿Qué es lo que tu quieres, Marcos?

Le dije a mi amiga y compañera de trabajo que me habían golpeado en un ojo el día anterior y que lo tenía demasiado rojo. Que mi abuela me había sugerido que me colocara unas gotas de leche materna.

-Yo no conozco a nadie mas que a usted -le dije. -¿Por favor, me podría hacer el favor?

Ella de repente se sorprendió al oir esto. Permaneció un rato en silencio, sin decir nada. Luego comencé a rogarle poniendo una cara de tristeza. Después de algunos minutos ella aceptó y le di una taza de vidrio con y le pedí que la llenara hasta la mitad. Con cierta sonrisa en su cara me dijo que esperara afuera. Unos minutos pasaron y regresó con la taza llena en una de sus manos. Yo estaba muy emocionado de ver aquello y el huevo ya lo tenía bien erecto y duro como riel de ferrocarril. Tan pronto como me entregó la taza, le quité el papel aluminio que tenía arriba y bebí algunas gotas. Ella estaba sorprendida al ver esto y se enojó. Pero entonces le dije la verdad: perdoname, compañera, es que tengo un problema de inmunidad y soy alergico a muchas cosas. Mis amigos me dijero que si tomaba leche de pecho durante una semana o mas, mi inmunidad mejoraría. Así que le mentía a esta mujer.

Pensé que se enojaría al oir esto pero mas bien puso una cara sin ninguna expresión, me gané su confianza y de nuevo le pregunté si podía darme la leche durante una semana urgentemente, desde ya mismo.

-¡Por favor, démela!!

Ella entonces me sonrió lo que significaba que había aceptado. Yo estaba bien contento pero no lo demostré frente a ella. De repente me preguntó si quería probar leche la leche ya mismo. No me dio tiempo de contester porque entró al baño y la seguí sin decir nada, tranquilamente: ¡Qué momento tan delicioso!! ¡Ay, papi, mi leche!!

Intenté controlar mis nerviosimos tan pronto como ella entró y comenzó a desabotonarse los ultimos tres botones del la blusa y pude ver su blanco brasiere que cubría sus tetas que producían tanta leche. Ella entonces se levantó el brasiere desde abajo y me mostró su teta izquierda. Me sonrió y me dijo que me acercara y tomara la que quisiera. Me acerqué y la sostenía por la espalda y cintura y comenzé a mamar parado frente a ella. Yo mamaba como bebé. Su leche no tenía sabor a nada mientras yo le sostenía la teta agarrada con la boca. Mientras chupaba, y acariciaba el pezón con mi lengua.

Ella me dijo que terminara rápido porque su esposo la recogería a las cinco en punto para llevarla a casa. Con mi mano izquierda le comencé a masajear su teta derecha. Ella no lo impidió. Luego me dijo que me cambiara al otro seno y yo mismo le levanté el brasiere derecho para ver ahora colgando dos tetas lecheras jugosas frente a mi. Yo estaba muy , contento como nadie. Disfruté cada momento.

Ahora su mano la tenía alrededor de mi cuello y sentí cuando me apretó la cabeza contra sus pechos lo que indicaba que a ella también le gustaba. Sentí que tenía el estómago lleno y su “saree”, cierto vestido que ellas usan, lo tenía levantado por encima de su cintura, dejando ver el ombligo. Decidí llegar mas lejo: comencé a besarla desde los senos hasta el ombligo y le mordía con toda lujuria. Ella abrió los ojos y en lugar de rechazarme, movía lentamente su cuerpo lo que confirmaba que ella si estaba disfrutando el momento sexual…con mi mano izquierda presionandole las tetas y con la derecha avanzando hacia su culo. Se lo apreté y comencé a darle masajes en aquellas bonitas nalgas. Ya yo estaba a punto de acabar y soltar todo el semen. De repente, ocurrió lo impensable: Ella no me dejó seguir y me dijo que era el momento salir porque su esposo tal vez estaba esperandola afuera. Me sentí algo frustrado pero yo estaba contento de que mi plan haya funcionado.

Ordeñando a mi tía.


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-Se ve que está muy rica mi lechita ¿verdad? -me dijo mi tía
cuando entré a la sala y ella se limpiaba la blusa, que el escurrimiento de la
leche de sus pechos le había manchado.


Ella lo dijo porque yo me quedé como enganchado a esa imagen,
ya que al mojarse con el escurrimiento de sus tetas, se transparentaban sus
pezones duritos y oscuros y yo no dejaba de mirarlos. Mi tía es de piel blanca y
siempre ha sido una mujer tetona, y ahora que había terminado su embarazo, las
tetas le habían crecido aún más y estaban que estallaban de tanta leche.


-Lo malo es que mi bebé no quiere tomársela y si no lo hace,
me comenzarán a doler mucho los pechos.


Mirándola y escuchándola, mi verga se puso muy dura y ella lo
notó y no dijo nada, sólo sonrió de una manera algo lujuriosa, al darse cuenta
de que tenía el palo totalmente duro bajo el pantalón.


-Ojalá se la tome –comenté y le dije a la hermana de mi padre
que iba a mi cuarto.


Me fui de la sala no porque no quisiera seguir mirando sus
dos montes de leche, sino porque no podía aguantar las ganas de pajearme y
chorrearme, pensando en las chichis de mi tía. Me saqué la verga que ya estaba
totalmente húmeda y me vine, pensando que le mamaba las tetas a mi tía. El
resultado fue una corrida tremenda y llené con mi chorro la sábana de mi cama.


La fantasía de tocarle las tetas a mi tía, es algo que ya
tenía desde tiempo atrás. Cuando sucedió esto que les estoy contando, yo tenía
trece años y ella 25, pero desde que yo tenía once años, no perdía oportunidad
de espiarla para mirar esas tetas gordas y jugosas. Recuerdo que una vez me
acerqué a su cuarto y ella había acabado de bañarse. Como no había nadie en la
casa, ella no cerró bien su puerta y no se dio cuenta que yo regresé de la
escuela. Traía sólo las bragas puestas y sus chiches estaban al aire. Se agachó
hacia delante para sacudirse el cabello y mientras se secaba, por el movimiento
de pasar la toalla por su cabeza, sus tetotas se balanceaban y yo quise entonces
tener el valor para acercarme a ella y sentir entre mis manos esos dos pechos
inmensos para apretarlos y después mamarlos. Ya se imaginarán que también esa
vez me corrí después de espiar y descubrir esos sabrosos melones.


Después de eso todo era espiar a mi tía, o mirar de reojo
cuando ella traía blusas escotadas y se agachaba cerca de mí. Me encantaba
mirarle el canal entre sus tetas y pensar que ponía ahí mi pito y que ella lo
apretaba, hasta sacarme toda mi leche.


Durante todo el embarazo ella estuvo sola, pues su novio no
quería hacerse cargo del bebé y mi tía decidió que no quería tener nada que ver
con un tipo que no podía ni siquiera hacerse cargo de él mismo.


Al día siguiente de que mi tía Leonor me dijera lo de su
leche, regresé de la secundaria y ella estaba otra vez en la sala.


-Mira Marcos, otra vez estoy chorreando- me dijo, mientras
con la palma de su mano derecha levantaba su pecho izquierdo desde abajo y me lo
mostraba.


Esta vez llevaba una bata y me di cuenta que no traía sostén
ni nada más. Yo ya no pude contenerme más y me acerqué a ella y le estruje el
pecho que ella me ofrecía. Vi cómo se estremecía de placer, pues cerró los ojos
y sus pezones se pusieron todavía más hinchados de lo que ya estaban.


-Anda mi amor, ordeña a la puta de tu tía. Chúpame toda la
leche. La tengo toda para ti.


No tuvo que pedirlo dos veces, porque yo ya estaba frente a
sus pechos y mi boca se prensó de uno de sus pezones y chupaba sediento,
mientras mi lengua se llenaba con ese líquido caliente. Chupaba haciendo mucho
ruido y esos sonidos se mezclaban con sus jadeos y sus palabras entrecortadas.


-¡Ay, qué rico! Ordéñame así cabrón. Tómate toda mi lechita.
Huy me pones muy caliente. Mama Marquitos, mama. Muérdeme las chichis, déjamelas
moradas con tus chupetones. Soy una pinche vaca chichona y quiero que hagas con
mis tetas lo que tú quieras. Apriétamelas cabrón, apriétamelas así rico. Huy,
que puta me siento.


Después de mamarle ese primer pecho, ella me jaló de los
cabellos y llevó mi cara hacia la suya. Nuestras lenguas se enredaron y yo
compartí con ella el líquido que aún tenía en la boca. Los hilitos de su leche
escurrían por nuestros mentones mientras nos besábamos con mucha lujuria, sin
que yo dejara de apretarle las tetas. Yo sentía cómo chorritos de leche salían
disparados desde sus pezones, por la presión que yo hacía sobre ellas, al
estrujarlas. Chorritos que me tenían batidos los brazos y la playera de la
escuela.


Otra vez bajé mi cara hacia sus tetas, pero esta vez ella me
detuvo unos quince centímetros antes de comenzar a mamarlas y me dijo que se las
apretara. Yo lo hacía y la leche de las tetas gordas de mi tía me llenaba toda
la cara. Apretaba y le clavaba las uñas en esos pechos jugosos y cada vez era
mayor la cantidad que brotaba. Abría la boca para tragarme la mayor cantidad,
pues no quería perder nada. Ella gritaba por el placer de sentir cómo yo le
estrujaba muy violentamente sus chichis y le clavaba las uñas, ocupado como
estaba, en sentir esa piel suave entre mis manos.


-¡Qué rico le sacas la leche a tu puta tía! Así mi vida,
márcame las tetas, márcamelas mucho para que me excite cada vez que me mire al
espejo y vea cómo me las dejas. Así; soy tu perra en celo. Soy tu madre y te doy
la teta. ¿Quieres chichi mi niño? ¿quieres estas tetotas que siempre vas a
mamar? Cuélgate de estos pezones. Dime que soy una vaca tetona. Dime que soy una
perra. Dime qué soy.


-Eres una puta tía. Eres una caliente y me gusta ordeñarte
así de fuerte.


-Dime más mi amor,- decía ella mientras estaba a punto de
correrse.


-Me gusta que seas mi tía, mi madre mi mujer; me calienta
mirarte las tetas y mamártelas y voy a sacarte siempre toda la leche para que te
corras como la puta golosa que eres.


-Tú eres un niño goloso también ¿Te gusta la lechita de tu
tía?


-Sí tía, me encanta, estás muy rica.


-Así papito aprieta; lastímamelas, que ya después me las vas
a curar con tus lamidas.


Mientras yo seguía apretándole sus chichis, ella se acomodó
para sacar mi palo del pantalón y antes de llevar su mano derecha hacia mi pito,
la puso delante de uno de sus pechos y uno de sus chorros se la llenó de leche y
supe lo que iba hacer. Mojada como tenía la mano, la llevó hasta mi verga y yo
ya no podía contenerme. Comenzó a hacerme la paja con su mano mojada por su
leche y tanto ella como yo, ya no pudimos más. Nos venimos y un tremendo
estremecimiento recorrió nuestros cuerpos. Quedé recostado con la cara entre sus
tetas y ella me acariciaba el cabello y me besaba. Retiré un poco mi cara para
mirar sus chichis y noté que estaban amoratadas y hasta un poco sangraban.


-Niño malo. Ahora tienes que curarlas.


Me acerqué y con la lengua empecé a lamer esas globos y ella
comenzó a gemir otra vez.


-Vamos a apurarnos porque ya no tarda en llegar tu mamá.-me
dijo.


Y yo seguí lamiendo y ordeñando esos montes de leche no sólo
ese día, sino durante mucho tiempo más.

Una Cena de Viejos Amigos


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Andres me había insistido que de ninguna manera buscara hotel en Barcelona cuando tuviera que ir por cuestiones de trabajo, se había casado, tenia una hija de pocos meses y una hermosa casa cerca del Borne. Nos conocíamos desde hacia diez años, estuvimos trabajando en la misma empresa una temporada y siempre me pareció un buen tipo, abierto, jovial y trabajador. Solo una cosa siempre me había escamado, su interés por mi vida sexual, era de ese tipo de tíos que parece disfrutar mas oyendo y viendo que haciendo.

Tenia una semana para cerrar una serie de asuntos y allí estaba llamando al timbre de su casa.

Me abrió Andres efusivo, me dio un fuerte abrazo y me presento a su esposa Marta, mas joven que el, bajita y con unos hermosos ojos color miel. eran las 8 de la tarde, sentados en el salón me invito a una cerveza y con ella en la mano recorrí la casa mientras Andres me la mostraba, en su habitación había una cuna y Marta estaba sentada al borde de la cama dándole teta a su pequeña Julia, atisbe unos pechos pequeños pero hinchados por la lactancia, por educación deje las formalidades y los saludos para mas tarde. Deje la maleta en la habitación de invitados y me metí a darme una ducha mientras Andres y Marta cocinaban y cuchicheaban en la cocina.

La cena transcurrió como transcurren las cenas de viejos amigos cuando hace tiempo que no se ven, con Marta atenta y sonriente pero poco habladora y Andres ensalsandome ante su mujer, hablándole de algunas de mis aventuras que el conocía, tuve que hacer un ejercicio de modestia ante su esposa:

-Tu marido exagera¡ Como ves no soy Tarzan y mis atributos son mas bien normalitos

-Y cual es el truco? pregunto ella

-No hay ningún truco, al menos que yo sepa. todo es una mezcla de morbo, ternura y desenfreno, ofrezco complicidad

-Quizás eso sea lo que queremos muchas mujeres- me contesto y dicho esto se despidió-me vais a disculpar tengo que darle la cena a la niña y además estoy rendida.

Alrededor de una botella de whisky de malta Andres y yo proseguimos la charla, le iba bien, en el trabajo, en la vida y su mujer era maravillosa:

-Marta es muy sumisa-me dijo guiñándome el ojo- somos felices, solo falta LA GUINDA porque....

-Por que?

-Tu me conoces sabes que siempre me ha gustado que me cuenten cosas y verlas, no soy muy activo que se diga.....bueno la verdad es que yo también soy bastante sumiso

-Venga ya Andres¡

-Si es la verdad, sueño con verla en brazos de otro hombre pero una cosa tengo clara....paso de intercambios y de entrar en una vorágine que destroce mi matrimonio.....por eso pensé en ti

-Que has pensado en mi?

-Si, no te preocupes, ya he hablado con Marta, ella hará todo lo que a mi me complazca porque eso es lo que le complace a ella, cuando me anunciastes tu visita comenzamos a contar los minutos...tu eres un tio discreto, limpio y sobre todo buena gente...te conozco bien, se que jamás le harías daño a un amigo.

-Que quieres decir?

-Que quiero que folles con mi mujer, primero sin que yo este para que cojais confianza y luego conmigo delante, ya lo tenemos claro, mañana estaré toda la tarde fuera, es tu momento, además tienes toda la ventaja del mundo.

-Y eso?

-Porque sabes que ella aceptara todo lo que le propongas.

Me quede estupefacto pero intente disimularlo. Eran las dos de la mañana cuando me fui a la cama.

Desayunamos juntos, Marta sostenía la mirada cuando yo la miraba, en sus ojos había excitación, morbo, sumisión, ahora la miraba sin cortarme sabiendo que eso ponía bien caliente a mi amigo, era hermosa, pelo castaño tirando a rubio, no mas de 1.60, guapa, de piel clara y muy proporcionada, con unas sugerentes y pequeñas tetitas hinchadas por la lactancia, mi polla se revolvía dentro de mis pantalones mientras la miraba.

Despues de una serie de reuniones nos vimos en un restaurante para almorzar, bebimos buen vino y Andres se retiro de nuevo a su trabajo, Marta y yo nos fuimos en un taxi a su casa, puse mi mano extendida sobre su rodilla y ella me miro sonriente.

En la casa me vino una inspiración, estaba con una mujer maravillosa pero el proceso de seducción estaba de mas, era sumisa, ya estaba todo hablado, el tono debía de ser imperativo:

-Desnúdate- le solté a bocajarro en cuanto cerro la puerta

Agacho la cabeza y obediente comenzó a hacerlo, lentamente, sensual, se desabrocho la camisa, puse música:

-Hazlo al ritmo de la música¡

Su cuerpo se bamboleaba al ritmo de la música, desabrochándose lentamente el sujetador, dejándome ver sus dulces tetitas, pequeñitas con el pezón hinchado, no pude contenerme, mientras ella se quitaba los jeans mis labios se apropiaron de sus pezones que me obsequiaron con ese néctar glorioso que es la leche de madre, mi polla se puso a reventar nada mas saborear la primera gota mientras ella con los ojos cerrados moviendose al ritmo de la musica se quedaba con unas minusculas braguitas transparente como unica vestimenta.

Seguí chupando como un ávido nenito lactante mientras acariciaba su suave piel, me despoje de mis pantalones y mis slips dejando asomar mi polla dura y desafiante, deje de mamarle las tetas, no dije nada, basto una mirada para que Marta se arrodillara ante mi y comenzara a chuparmela como una chica traviesa chupa una piruleta, lamiéndome la punta, metiéndose la hasta la mitad en la boca y sacándosela mientras hace una suave succión, todo ello mirándome dulcemente a los ojos. Una mirada maravillosa que hablaba sola, que me decía soy tuya, te pertenezco, usame para tu placer porque eso es lo que me da placer, acaricie su melena mientras comenzaba suaves movimientos de cadera, follandole la boca, ella recibiendo mi polla, complaciente y sumisa, entre sus calidos labios, se la saque de la boca, tenia el capullo descubierto y brillante y comencé a darle pollazos en la cara mientras le ordene que se masturbara, sacaba la lengua y recorría mis huevos con ella mientras yo jugueteaba y rozaba la punta de mi capullo por sus labios, su cara y su frente.

Me sente en una silla y le ordene:

-Montame

Moviéndose sinuosamente como una dulce y tímida gatita, mirándome a los ojos, relamiendo sus labios con la lengua se puso sobre mi, situo mi polla entre los labios de su coño y descendiendo suavemente hasta que se la metió hasta las pelotas en su mojadisimo coño, comenzó el sube y baja, deslizando su coño en mi polla, hechizado por el suave y apretado tacto (a pesar de su reciente maternidad) de las paredes internas de su coño.

Le di una fuerte chupada en un pezón y sentí como la leche manaba de el inundando mi boca, Marta gimió y se clavo la polla hasta la raiz, fue inevitable, me corrí abruptamente, casi con dolor en su maravilloso coñito mientras ella me besaba y compartía su leche conmigo.

A veces me pasa y esta era una de esas veces, no pude controlar ni retener mi eyaculacion, apenas llevaba tres minutos con la polla clavada en su coñito pero su experta mamada previa, el morbo de follarme a la mujer de mi amigo con su consentimiento y el sabor de su exquisita leche fueron un explosivo cóctel superior a mis fuerzas, a mi poder de concentración.

Nos quedamos abrazados y unidos mientras mi polla disminuía de tamaño dentro de su coño donde sus jugos y mi leche se fundían.

Pidiendo mi aprobación con la mirada me descabalgo, se puso de nuevo de rodillas y comenzó a limpiar mi polla a lenguetazos, con mi corrida tan reciente el roce de su lengua ne la punta de mi capullo me dejaba próximo al desvanecimiento y me daba escalofríos.

Unos diez minutos estuvo Marta lamiendome el capullo, golpeandose los labios con mi polla y mirándome a los ojos (que cosa mas linda es que te miren a los ojos cuando te la están chupando) hasta que la inste a que se levantara, se sentara en el sofá, me tomara en brazos y me diera de mamar como a su bebe (creo que ese día la nenita se tuvo que merendar un biberón). Con los ojos cerrados mamando de sus tetitas, saboreando sus pezones hinchados mientras ella me acariciaba y como a su bebita, me musitaba, casi ronroneando:

-Mi niño, toma teta de mama. si chupamelas, tomate toda mi leche.

De nuevo sentir el dulce calor de la leche materna en mi boca y que mi polla se pusiera para estallar de dura fue todo uno. Marta se dio cuenta y comenzó a meneármela suavemente, subiendo y bajando la piel de mi polla al mismo suave ritmo que mis chupadas en sus pezones me alimentaban. Disfrutando de este sublime momento pase mas de media hora hasta que le ordene a Marta que se pusiera de rodillas en el sofa mirando a la pared y con el culito bien levantado, su hermoso coñito asomaba entre sus nalguitas brillantes por el flujo derramado, mi polla ya estaba entre sus labios y entrando en ella, comencé a follarla dulcemente primero, aumentando el ritmo del mete y saca despues, dejándosela enterrada en el coño hasta la raíz levantandola casi en peso mientras apretaba sus pechitos y podía ver como los chorritos de leche brotaban de sus tetas, nuevemente me corrí copiosamente y mucho antes de lo que hubiese querido, pero no había posibilidad de controlar el placer que follar a Marta y toda la situación que rodeaba a nuestra follada.

-Me vas a disculpar que no me lave, Andres esta al llegar y se que se pondra loco de contento si puede follarme sabiendo que tu semen aun esta dentro de mi.

Dicho esto nos vestimos y esperamos sentados viendo la tele y acariciandonos la llegada de mi amigo. Cuando llego la situación era alucinante Andres me miraba expectante, yo le respondía guiñándole el ojo como afirmación, todo eran miradas cómplices.

Cenamos pronto y Andres y Marta se disculparon y se retiraron pronto a su habitacion, me quede mirando la televisión, entre excitado e incomodo, me levante y pegue la oreja a la puerta cerrada, podia oir los murmullos de Marta, estaba contándole a mi amigo como me habia amamantado, chupado la polla y follado, en cuestion de minutos los quejidos y gemidos de placer eran audibles en toda la casa, estaba follando como locos, me puse una copa y me senté en el sofá a ver la tele.

Eran casi las doce de la noche y estaba a punto de irme a la cama cuando Andres entro en el salón, desnudo, sonriente y feliz, se acerco a mi y me dio un fuerte abrazo:

-Soy el mas feliz de los cornudos¡¡ nunca me había dado tanto gusto follar a Marta como me ha dado hoy sabiendo que tu leche todavía estaba en su coño, me he corrido dos veces, la segunda ha sido follando pero la primera ha sido mientras Marta me contaba todo lo que habeis hecho, por favor Carlos desnudate y ven conmigo a la habitación, quiero ser un cornudo dichoso, quiero ver como te follas a mi mujer por todos sus agujeritos delante mía.

Marta estaba tumbada en la cama con las piernas abiertas y con una morbosa sonrisa esbozada en su rostro, Andres me pidio que me sentara al borde de la cama, cogió mi pie con las manos y comenzo a lamerme los dedos como un perrito mientras Marta nos miraba y se masturbaba.

-Ya has visto como le he lamido los pies a nuestro amo y amigo, querida Marta, Carlos te va a follar se va a correr en tu coño y en tu culo y yo voy a ser el mas feliz fe los cornudos viendo como te lo hace

-Siiiiiiiii-balbuceo ella

Ver a Marta masturbandose y recordar el sabor de la leche que manaba de sus pechos me puso de nuevo en una situación de absoluta excitación...excitacion a la que acompañaba una polla bien dura y empalmada, Marta seguía ofreciéndome su coñito con las piernas abiertas, Andres expectante me alentaba:

-Follatela¡ folla a la putita de mi mujer y lleva a la gloria al cabrón de su marido¡

Situado entre sus piernas se la clave de nuevo, Marta levantaba su culito para recibir mi polla mientras yo chupaba y lamía sus tetitas alternativamente, alimentandome, Andres a nuestro lado se acariciaba la polla sin perder un detalle de la follada que le estaba dando a su mujercita.

-Abre bien el coño, follala, si¡ si¡ follala¡ si......soy un cornudo que se esta corriendo mientras follas a su mujer- efectivamente los chorros de semen brotaban de la polla de mi amigo.

-Ahora, por favor, quiero que le folles el culo¡¡ Carlos enculala¡ seras el primero que se corra en su culito, llevamos una semana practicando con un vibrador para que se le dilate el culo y le gusta, cada vez que se lo ha metido se ha corrido como una perra...verdad Marta?

-Si cabroncito mio¡¡ estoy loca por que me folle el culo y tu lo veas y me limpies con la lengua la leche de nuestro amo Carlos.

Desmonte a Marta y ella se puso a cuatro patas al borde de la cama, ofreciendome su culito virgen, yo de pie tras de ella enfile la polla en la entrada.

-Clavasela entera, sin contemplaciones, ya veras como se corre como una perra

-Cabron¡ cornudo¡ eres un cabron¡-decia ella esperando ansiosa que se la clavara hasta las pelotas.

Lo hice, empujando sin pausa pero sin violencia se la clave hasta la raíz, la polla de Andres estaba empalmada de nuevo y Marta gemía como una perra, efectivamente se estaba corriendo. Comencé a culearla, a encularla sin piedad, sacándole la polla casi entera para volver a enterrarsela en las entrañas mientras Andres me alentaba.

-Encula a mi putita, dale duro¡ hazme mas cabron¡¡ soy cornudo¡ un cornudo hijo de puta que se corre viendo como enculan a su mujer¡

-Si¡ si follame follame¡¡

Estaba listo para correrme otra vez cuando senti los dedos de Andres abriendo mis nalgas y su lengua lamiendo mi culo, fue automatico, solté una andanada de leche caliente en el culito estrecho y angosto de Marta, la vista se me nublo, mareado de placer y morbo con la polla bien metida en su culito me deje caer sobre ella mientras Andres ansioso seguía lamiendome el culo, justo cuando le saque la polla Marta volvió a ponerse a cuatro patas y la lengua de mi amigo paso de mi culo al culo de su esposa bebiendo ansioso mi leche en el receptáculo trasero de Marta mientras que los labios y la lengua de esta se apropiaban de mi polla y limpiaba los restos de leche. Andres solicito mi aprobación con la mirada y acto seguido imito a su esposa, los dos me lamían los restos de semen de la polla y se besaban como locos, la leche estaba brotando de nuevo de la polla de mi amigo.

Mi semana de trabajo en Barcelona acabaron siendo dos semanas, con Andres y marta a mi absoluta disposición en una de las situaciones mas maravillosas y excitantes que he vivido nunca, por solicitud de ellos cuando estábamos en casa siempre estábamos desnudos, nuestros nombres cambiaron, cuando me dirigía a Marta siempre lo hacia llamándole puta o zorra y cuando lo hacia a su marido, cabron y cornudo, ellos me llamaban amo o Don Carlos.

A veces decidía follarme a la puta sin la presencia del cabron que esperaba pajeandose en el salón, cuando me corría en su boca, su culo o su coñito requería la presencia del cabron que se bebía mi leche en cualquiera de estos receptáculos, corriéndose vivo mientras lo hacia y la puta le contaba como la había follado.

Volví a casa con unos cuantos kilos de mas....la leche materna es muy nutritiva.

Sueños de un lactante.


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Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de tantos días seguidos de asueto. Eran unas merecidas y anticipadas vacaciones. Unas semanas atrás, en un chequeo rutinario, el médico de la mutua me detectó la tensión tan alta y un nivel de estrés tal que me dijo que si no le prometía tomarme unos días de descanso, él mismo me daría la baja laboral. Y la verdad es que el doctor tenía razón, hace demasiado tiempo que siento que voy como montado en un tren que nunca para, y ya ni siquiera recuerdo cuál fue la última estación.

En esas dos semanas de descanso, decidí recuperar alguna de mis viejas aficiones perdidas. Comprar en el mercado, preparar yo mismo la comida, escuchar música relajadamente, leer una buena novela, pasear por el parque… Creo que desde que mi hijo Julián cumplió los 9 años – y ahora ya tiene 25 – no había vuelto a venir al parque de al lado de casa.

Así es que en el primer día de mi nueva vida, salí de casa con una novela que me mi esposa me había regalado en alguno de los días del libro de los últimos años – Los crímenes de Oxford – y anduve un rato por el parque. Recorrí los angostos senderos de la zona más boscosa hasta que el cansancio me hizo sentar en un banco junto a una fuente y el parque infantil y me puse a leer.

Era horario escolar y por el parque tan sólo deambulaban ancianos jubilados y alguna mamá con su pequeño caminando con torpeza agarrado a su mano o en el carrito. Era una hora calurosa pero agradablemente tranquila.

Estaba sumergiéndome en la lectura del libro cuando pasó junto a mí una chica empujando un carrito de bebé que me saludó. Levanté la vista de las páginas y le devolví el saludo. Era una muchacha muy joven, debería tener unos 18 años, y su apariencia era muy atractiva. Pensé que debería ser la canguro del bebé. Se sentó en el banco de al lado y yo volví a mi lectura.

Al cabo de un rato, el llanto del pequeño me sacó de las páginas del libro y me hizo dirigir la mirada hacia el banco vecino. El niño había dejó de llorar. La jovencita le había puesto su blanco y generoso pecho en la boca y el bebé se saciaba en la gloria de aquel sugestivo pezón de mujer. Confieso que aquella imagen me cautivó. Nunca me hubiera imaginado que aquella chica tan joven pudiera ser mamá y además, no parecía que su cuerpo hubiera albergado un reciente embarazo.

La muchacha me sorprendió mirando cómo daba de mamar a su bebé y creo que me ruboricé. Le pedí casi instintivamente disculpas por mi indiscreción y ella, que no mostró ningún signo de desaprobación, me dijo muy amablemente que sentía haberme incomodado.

No me incomoda. No. – Le contesté apresuradamente – Soy yo quien debería disculparse por haberla estado mirando. Lo que ocurre es que…, me ha sorprendido. No sé por qué, pensé que era la canguro de la criatura, no la mamá. ¡Es usted tan joven!

Gracias. Tengo 19. Supongo que comparado con lo que se estila ahora de tener los hijos a partir de los 30, sí, soy una mamá muy joven. – Y añadió, volviendo al motivo de la conversación.- ¿De verdad que no le molesta que le dé de mamar aquí?

No, de verdad. En absoluto. – Aquella situación me había puesto en evidencia, y muy nervioso. No sabía qué decir. - Es algo muy natural. Y además… no creo que a su pequeño le guste la idea de dejarlo ahora. ¿Qué es, niño o niña?

Es un niño. Se llama Alejandro, como su padre, y tiene un mes y tres semanas.

Yo esbocé una sonrisa de aprobación y volví, tal vez descortésmente, a mi libro. Aunque lo cierto es que ya no pude concentrarme. La mirada se me iba hacia el banco derecho, hacia el seno descubierto de aquella preciosa joven. Y para evitar la vergüenza de ser sorprendido de nuevo embelesado en la contemplación de una escena tan sugerente me levanté del asiento, me despedí de la muchacha con un lacónico adiós y me volví a casa.

Desde ese momento, no pude evitar contar las horas hasta que llegara la nueva mañana. Deseaba fervientemente reencontrarme con aquella bella muchacha y con su pecho desnudo acaparado por el insolidario lactante.

A la mañana siguiente no perdí el tiempo paseando por los caminos del parque, directamente me dirigí al mi banco con la esperanza de aquella madona renacentista hiciera acto de presencia. No podía concentrarme en la novela, miraba el reloj y a todos los rincones del parque para ver si aparecía y cuando ya desesperaba de verla, apareció tirando del carrito, viniendo hacia mi lado. Me regaló la sonrisa más hermosa que había visto jamás, nos saludamos educadamente y se sentó otra vez en el banco de al lado.

Hice como si leyera la novela que llevaba entre las manos. Pasaba las páginas para que ella no se percatara que fingía. Y, de tanto en tanto, no me resistía a mirar de soslayo hacia mi derecha, esperando el ansiado momento. Pero no sucedía. Y me maldije por mi indiscreción del día anterior. Estaba convencido que mi actitud coartaba a la muchacha. Miré el reloj, pasaban diez minutos de las 11, y calculé que la toma del bebé ayer había sido a las 11 en punto. Si al menos el mocoso rompiera a llorar – pensé -. Pero no hizo falta, dirigiéndose a mí, como si supiera el interés que había despertado aquella función materna en mí, me anunció que ya era la hora de la toma de su Alejandro, al tiempo que se desabrochaba la camisa y levantaba la cubierta del sujetador del pecho izquierdo. Yo volví a hacer aquel gesto vacío de aprobación – como si ella necesitara de mi aprobación -, pero a diferencia del día anterior, me quedé mirando cómo el pequeño pugnaba nervioso con el enorme y rosado pezón hasta que consiguió engancharse y empezar a succionarlo con tanto placer que en su cara se dibujaba una inocente sonrisa de satisfacción. También la cara de la madre aparecía como iluminada por el placer de dar su propia leche a su hijo.

Me sentía algo estúpido allí, mirando embelesado cómo lactaba aquel egoísta bebé. Pero no me importaba. No creía que fuera un despreciable por valerme de mi edad, de mi condición de padre – algún día no lejano de abuelo – para otorgarme a mí mismo el derecho de mirar sin recato, como un médico a una paciente. Y a ella no parecía importarle. Al contrario, al comprobar que desde que empezó a amamantar al niño yo no había dejado de mirarlos, empezó a hacer comentarios sobre la alimentación de su hijo, cuánto había pesado al nacer, cuántas tomas hacía al día, y un sinfín de detalles a los que yo prestaba la misma atención que hubiera prestado la abuela de la criatura u otra mujer en estado, ansiosa de información.

Aproximadamente a los cinco minutos cambió de pecho y yo me perdí la visión directa de su nutritiva teta, pero aún así, no dejé de mirar y de conversar con mi joven amiga.

Unos minutos después de que ella acabara de amamantar a su bebé, lo colocó dentro del carrito, se levantó del asiento y se despidió de mí, con un neutro y coloquial “hasta mañana” que yo quise interpretar como una invitación a volverla a ver.

Sin duda estaba excitado. MI tensión estaba disparada. Me reí al pensar qué diría mi médico si supiera el estrés que me estaba produciendo aquel período de descanso.

Por la noche, cuando mi mujer y yo nos acostamos, le tomé los pechos y empecé a acariciarlos con suavidad, haciendo que se erizaran los pezones hasta ponerse duros como piedras. Laura, mi esposa, se dejó hacer, complacida. A su edad, 45 años, aún tenía los pechos muy bien cuidados, grandes y firmes. Le levanté la camiseta y cuando tuve las dos tetas desnudas a mi alcance me dediqué a chuparle los pezones y a meterme sus pechos en todo lo que me cabía en la boca para satisfacción de Laura, que no daba crédito a mi espontánea pasión por sus tetas.

Me esforcé tanto en excitar y excitarme mamando las tetas de mi mujer que con unas mínimas caricias en su mojada rajita, conseguí que tuviera un orgasmo. Yo hice lo propio, encima de la barriguita de mi señora, merced a los frotamientos de mi pene contra su cuerpo.

Cuando acabamos, temí que Laura me preguntara qué me había pasado por la mente para actuar de aquella forma, pero no lo hizo. Después de lavarse, se metió en la cama, me dio un casto beso de buenas noches en los labios, y se dio la vuelta para dormir de espaldas a mí. Yo también me dormí, pero soñando con las tetas de mi joven amiga.

Al día siguiente, cuando regresaba del banco de hacer unas gestiones, a primera hora de la mañana, me vi sorprendido por la presencia de la muchacha en la entrada de mi edificio. Iba cargada con el carrito del bebé y con unas bolsas de la compra.

¡Hola, buenos días! – Exclamé yo sorprendido y visiblemente contento por aquella coincidencia.

¡Buenos días! – Contestó ella con naturalidad, sin mostrar sorpresa alguna.

¿Vives aquí? – Pregunté, a la vez que abría la puerta con mis llaves y la ayudaba con las bolsas de la compra.

¡Claro! Pensaba que lo sabía. Hace casi un año que mi marido y yo vivimos aquí. Desde que nos casamos.

Perdona, no lo sabía. La verdad es que los últimos años a penas si paro en casa. – Y pregunté - ¿En qué piso vives?

En la planta baja, tercera puerta.

Por eso no hemos coincidido en el ascensor. – Argumenté, intentando recordar si la había visto antes.

Ella sonrió forzadamente - ¿quizás algo decepcionada por no haberme fijado antes en ella? pensé -. Pero ahora lo prioritario era ayudarla con las bolsas y el carrito. Me dirigí hasta la puerta de su piso y esperé a que ella la abriera y entrara el carrito. Yo me quedé a la entrada, con las bolsas en la mano hasta que ella me llamó en voz alta desde la cocina, pidiéndome que entrara. Obedecí y cerré la puerta detrás de mí.

Eran casi las nueve, el pequeño Alejandro empezó a llorar y la madre se disculpó informándome que se había retrasado en la toma de las ocho y media y que si me esperaba unos minutos, estaría encantada de ofrecerme un café.

Lo correcto, probablemente, hubiera sido excusarme y dejar que la madre amamantara a su criatura en la intimidad de su hogar, pero la sola idea de contemplarla de nuevo, con los senos desnudos, dando de mamar al pequeño, y en su propia casa, se me antojó un regalo de los dioses imposible de rechazar. Así es que le dije que no tuviera prisa, que me encantaría tomar ese café y que no me vendría mal hacer algo de relaciones con la vecindad.

Por cierto… ¿Cómo te llamas? – Le pregunté mientras la seguía hasta la sala de estar, donde tomó asiento en el sofá.

La mayoría de la gente que escucha por primera vez mi nombre se extraña mucho. Me preguntan si soy árabe o sudamericana. A ver qué opinas tú: me llamo Zenobia.

Yo me había sentado en un sillón, frente a ella, con la intención de no perderme detalle de su sesión de lactancia. Después de dos veces, y alejados de las miradas de otras personas, no tuve conflicto interno alguno a la hora de admirarla. “Zenobia” me pareció un nombre bellísimo para una mujer bellísima.

Zenobia… Me gusta es un nombre muy bonito. ¿Sabes quién fue Zenobia? – Le pregunté con la intención de impresionarla, si eso era posible, con mi cultura.

Una santa no. No he encontrado el nombre en el santoral. Precisamente mis padres querían un nombre que no fuera católico. No son nada creyentes.

Yo tampoco. Zenobia fue una reina de Palmira, en el siglo III. Palmira, bueno, sus ruinas, están en Siria y es un sitio muy turístico. El otro lugar importante de aquel reino era Petra, ¿te suena más Petra?

Sí, me suena de algún catálogo de viajes. – Y se esforzó en pensar de qué le sonaba ese nombre y preguntó, como pidiéndome pistas - ¿Está en Egipto?

No, en Jordania. Sale en la primera película de Indiana Jones. La ciudad excava en las rocas.

Sí, sí, ya sé cuál es.

Mi mujer y yo fuimos de viaje a Petra y Palmira para celebrar nuestras bodas de plata. – No quería hablar de mi matrimonio pero me salió la frase sin querer.

¡25 años! – Exclamó Zenobia.

Veintisiete: Fue hace dos años.

¡Qué bonito, no, estar juntos tanto tiempo!

Tiene sus cosas buenas y también sus inconvenientes. Como todo en la vida.

Sí supongo. Ya te lo diré si Alejandro y yo llegamos a celebrar unas bodas de plata.

Zenobia me estaba tuteando por primera vez. Mientras conversábamos, se había cambiado al bebé de pecho con naturalidad. Al pequeño no parecía molestarle.

No te he dicho como me llamo yo. Mi nombre es más vulgar: Jorge.

Ya lo sé. Lo había mirado en el buzón.

¡Vaya! – Exclamé, gratamente sorprendido por las molestias que se había tomado la joven en saber quién era yo.

Sobre el sofá había un retrato de Zenobia dibujado al carboncillo. Era una de esas fotografías tratadas por ordenador. Estaba preciosa. Me sorprendió mirándola y me dijo:

Dicen que en ese retrato me parezco mucho a Shannon Elizabeth. – Supongo que la expresión de mi cara delataba que no sabía a quién se refería.- Es la protagonista de American Pie.

No sé si la habré visto.

Pues han hecho tres partes ya. Y en las tres sale ella.

¡Tendré que verla! - Y ella se sonrojó al darse cuenta de lo intrascendente del tema.

El bebé había soltado el pezón de la teta derecha y la madre se esforzaba por volvérselo a meter en la boca, sin éxito.

No quiere más. – Dijo dirigiéndose a mí.- Por la noche ya he empezado a darle biberón para que aguante más horas dormido y ya empieza a preferir el biberón a mi leche. – Y hablándole al pequeño, exclamó.- ¿Ya no te gusta la lechecita de mamá?

Sé que es una indecencia pensarlo siquiera, pero hubiera querido decirle que si su bebé no quería más que yo me la acabaría. Deseaba mamar aquellas increíbles y hermosas tetas.

Zenobia decidió acabar de amamantar a su pequeño y se lo puso al hombro para favorecer que eructara .Cuando lo hizo, lo dejó sobre un canastillo que había junto al sofá, plácidamente dormido. Se levantó y fue hasta la cocina para preparar el café. Al momento salió y se excusó diciendo que iba a cambiarse, señalándome hacia el hombro derecho que había quedado manchado por el bebé.

Se metió en el lavabo y cuando salió, se había quitado la camisa - y deduje que el sujetador - y se había puesto una camiseta ancha y larga. Entró de nuevo en la cocina y salió con una bandeja con la cafetera, dos tazas, el jarrito de la leche y el azúcar. Con aquella camiseta, sus senos liberados del sostén destacaban maravillosamente y sus pezones, recién ordeñados, despuntaban orgullosos. Mientras me recreaba inconscientemente en la sugerente visión de sus cántaros de leche, Zenobia echó el café en las dos tazas y me preguntó:

¿Leche? – La pregunta estalló en mi mente como un castillo de fuegos artificiales.

No. Café sólo, gracias. - Hubiese querido decirle que sí, que quería leche: su leche.

Mientras tomábamos el café, ella volvió a sorprenderme con una anécdota relacionada con la primera vez que nos vio, a mí y a mi mujer, saliendo del edificio.

Sabes que por tu culpa, tuve a mi marido muerto de celos durante varios días.

¿Por mi culpa? – Pregunté ansioso de conocer la respuesta.

Sí. Llevábamos poco tiempo viviendo aquí. Al veros salir, cogido de la mano con tu esposa, yo le hice un comentario a mi marido… Espero que no te moleste lo que voy a decir.- Y continuó.-…sobre lo elegante y atractivo que me parecías.

¿Me viste de lejos, no? – Bromeé.

¡No hombre no, que te vi de cerca!

¡Gracias! Me halaga. – Yo estaba exultante, impaciente por conocer el desenlace de aquel momento.

Durante unos instantes se hizo un silencio especial. Creo que los dos nos encontrábamos a gusto, juntos, aunque ninguno dijera ninguna palabra. Zenobia rompió el silencio:

¿Puedo preguntarte una cosa?

Claro. Después del piropo que me has echado puedes preguntarme lo que quieras.

¿Tienes hijos, no?

Sí. Julián, tiene 25 años. Lleva dos viviendo en Alemania.

¿Tu mujer le dio el pecho a tu hijo?

Ha llovido mucho desde entonces, pero no, no pudo. ¿Por qué lo preguntas? – estaba intrigado y agradecido por el derrotero que estaba tomando la conversación.

Es que a Alejandro, mi marido, se incomoda cuando le doy de mamar al niño.

Tú misma has dicho que es un hombre celoso… Bueno, otro, aunque sea aún un mocoso está disfrutando de uno de los placeres del cuerpo de su mujer. – Le dije, aunque pensaba que aquel tipo era un perfecto imbécil: ¡despreciar el placer de contemplar algo tan bello y sugerente!

Tengo una hermana menor que yo. Cuando nació yo tenía 10 años. Y me encantaba ver cómo mi madre le daba el pecho, me quedaba pasmada, mirando. Y a menudo me acompañaba en esta función de espectado, mi padre. A él también le gustaba estar presente cuando mi madre amamantaba a mi hermana.

Sabio hombre, tu padre. Porque es un momento hermoso. – Y aseguré, por si creía que era un cumplimiento.- Lo digo de verdad.

Ya lo sé que lo dices de verdad. He visto cómo me miras.

Eres una mujer hermosa y cuando das el pecho a tu hijo, eso te hace más hermosa aún.

Me voy a ruborizar. – Susurró Zenobia, con la cara inundada de color, y los ojos expresivamente abiertos.

Cuando creían que yo no estaba, veía a mi madre darle el pecho también a él. – Zenobia recordaba con nostalgia y emoción aquellos momentos.- Me gustaba ver a mi papá chupando las tetas de mi madre, como si fuera un bebé.

Nos mirábamos en silencio, esperando que uno u otro diera el paso. Me percaté que dos manchas húmedas marcaban sus pezones en la camiseta. No sabía si era correcto o no señalárselo, pero ella se dio cuenta cómo la miraba a los pechos y le restó importancia. A mí me excitaba aquella visión y deseaba tener el valor de decírselo. Zenobia notó mi nerviosismo y me preguntó en quí pensaba. Y quemé mis naves.

Estaba pensando, probablemente como tu papá, que es una lástima que se desperdicie una leche tan dulce.

¿Cómo sabes que está dulce? – Preguntó con un gesto de coquetería.

Sólo puede ser dulce saliendo de tus pechos. – Contesté.

¿Te gustaría comprobarlo?

Al preguntármelo, hizo además de que me sentara a su lado. Creí que aquello no me podía estar ocurriendo a mí. Obedecí y me puse a su lado. Ella se quitó la camiseta y entonces yo me estiré en el sofá, apoyando mi cabeza en su regazo. Ella me cogió con sus manos, como hacía con su bebé y me atrajo hacia sí para ponerme un rebosante pezón en mi boca y empecé a mamar. Primero con suma delicadeza, con miedo a hacerle daño; después con mayor intensidad al comprobar que a Zenobia me apretaba cada vez más contra sus pechos demostrándome de forma inequívoca que le gustaba lo que estábamos haciendo. Cuando abría los ojos y miraba hacia arriba veía su cara demudada de placer. Su leche era espesa y tibia y dulce. Sin duda la ambrosía de los dioses.

Como hacía con su bebé, a mí también me cambió de teta, y repetimos la toma con la misma intensidad y sintiendo igual placer.

Cuando acabé de amamantarme en sus fantásticos pechos, Zenobia se puso de nuevo la camiseta, me dio un beso maternal en los labios y se disculpó comentando que estaba muy cansada, que había pasado mala noche y aprovecharía que el niño estaba durmiendo para echarse ella también un rato.

Aunque me había dejado completamente empalmado y con ganas de continuar disfrutando de otras partes de su cuerpo, calculé que no era prudente tentar a la suerte. Así es que como no quería esperar todo un día para volverla a ver, le pregunté si podía invitarla a comer en mi casa. Le expliqué que esos días cocinaba yo y que es muy aburrido comer solo.

¿A qué hora quieres que vaya? – Me preguntó sin más rodeos.

A las dos es buena hora. ¿Ya habrás dado de comer a tu pequeño?

No. Él tiene la toma a las tres.

Perfecto. – Contesté, pensando en que ella traería mi postre.

Ella notó, por la expresión de mi cara, cuáles eran mis intenciones y me guiñó un ojo mientras yo marchaba.

Buenos días. Que tengas felices sueños. – Me despedí.

Hasta luego Jorge.

Tenía cinco horas por delante. Tiempo suficiente para dar un paseo y comprar antes de ponerme a preparar la comida. Camino al supermercado pasé delante de un videoclub y recordé la alusión que Zenobia había hecho de su parecido a una actriz de una película. Entré y pregunté si tenían American Pie, el dependiente me dijo qué parte quería, yo le respondí que la primera. En cuanto llegué a casa, antes de preparar la comida, me puse la película. Aunque era la típica película de adolescentes americanos con las hormonas revolucionadas, no estaba mal del todo y la verdad es que la protagonista femenina, que era una belleza espectacular, ciertamente se parecía a Zenobia.

Todo aquello me había producido una enorme excitación y si no fuera porque me resultaba una especie de infidelidad hacia mi admirada y joven mamá, a la que estaba a punto de volver a ver, me hubiera relajado aquel monumental calentón en el lavabo.

Zenobia fue puntual y yo ya tenía la mesa y la comida preparada. El bebé estaba aún dormido. A ella le gustó la lasaña que había preparado, aunque no pudo disfrutar lo mismo del vino lambrusco que acompañaba el plato porque no debía beber alcohol mientras diera de mamar.

Después de comer le mostré el piso y luego nos sentamos en el sofá a tomar un café. Los dos eludimos hablar de lo que había pasado esa mañana en su casa. Aunque yo estaba expectante por asistir a una nueva sesión de lactancia de su hijo, con la firme esperanza de que quedara algo para mí.

El momento esperado por fin llegó. El pequeño se había desperezado hacía unos minutos. Zenobia lo cogió en brazos, se desabrochó la camisa, dejando al descubierto el sujetador. Levantó la cubierta del pecho izquierdo y empezó a dar de mamar al pequeño.

Aquella visión, aún siendo igualmente atractiva, tenía ahora otro sentido para mí. Disfrutaba viéndola dar de mamar pero a la vez me impacientaba que no acabara ya.

A mi entender la toma estaba durando más de la cuenta. Zenobia se percató de nerviosismo y me dijo:

En las anteriores tomas ha comido poco, y ahora se está resarciendo. – Y exclamó - ¡Bruto, me haces daño! – Y volvió a dirigirse a mí. – Cuando se impacienta porque no sale como él quiere me muerde los pezones con las encías.

Yo continué esperando, hasta que por fin el pequeño cayó extenuado y Zenobia me anunció:

Me ha dejado seca. Hace tiempo que no tomaba tanto.

Pensé que aquel bebé me había fastidiado la tarde, pero Zenobia me había leído el pensamiento y después de dejar al bebé en el carrito, dormido como un ángel, pidió permiso para ir al lavabo y cuando volvió se sentó a mi lado y se abrazó a mí, como para consolarme.

¿Estás enfadado porque mi Alejandro te ha dejado sin tu lechecita?

¡Pobre niño! No. – Y añadí – Si tú quieres, ya me darás cuando te vuelva.

Sabes, hace poco vi un documental en la tele sobre una tribu de África, era sobre la vida de un niño pastor de vacas. Bueno,…. Vacas: la especie de vacas que tienen allí. – Escuchaba a Zenobia e intentaba adivinar qué relación podía tener con la leche de su pecho.- Me llamó mucho la atención lo que hacía aquel muchacho para provocar la estimulación del animal para que diera más leche. ¿Sabes lo que hacía? – Me preguntó.

No. – Me imaginaba que le haría algo en las ubres, estaba deseando conocer el final de aquel relato.

No te lo imaginas. ¡Me quedé de piedra! El pastorcillo se puso detrás del animal y amorró su cara al sexo de la vaca, lamiéndole… Bueno, ya sabes,… lamiéndole.

Aquella era la revelación más interesante que jamás me haya aportado un documental de televisión. Lo interpreté como una invitación y noté que ella también lo quería. Me arrodille frente a Zenobia, le levanté la falda y ella misma se bajó las braguitas. No me lo pensé dos veces, hundí mi cara en su coño y empecé a besarlo y a lamerlo con fruición.

Zenobia se retorcía de placer, estirándose cada vez en el sofá, apretándose contra mi cara. Estaba fuera de sí, como si hiciera mucho tiempo que no disfrutaba de una caricia tan íntima. Yo también me sentía en la gloria comiéndome aquel inesperado postre. Estuve unos minutos follando su rajita con mi lengua hasta que Zenobia logró un prologando y expresivo orgasmo. Me hizo incorporarme, me tomó la cara entre sus manos y me besó con pasión en la boca, degustando su propio sabor. Y después me anunció, mirándose los pechos: Ha funcionado.

De sus pechos volvía a brotar el exquisito manjar. Yo me recosté otra vez sobre su regazo y esperé como un niño a que Zenobia me pusiera sus pezones en mi ansiosa boca. Cuando por fin empecé a succionarlos, me llevé otra agradable sorpresa. Ella me había bajado la cremallera del pantalón y había liberado mi empalmada verga, empezando una sesión de caricias que, unidas a la excitación de tener sus tetas en mi boca, me estaba provocando un placer indescriptible.

Al cambiarme a su pecho derecho, Zenobia aprovechó para inclinarse más sobre mí. Me agarró con fuerza la polla y estiró para que yo lo pusiera lo más cerca posible de su cara. Tuve que improvisar una forzada postura, elevando las piernas que dejé apoyadas sobre el respaldo del sofá, pero valió la pena, porque de esa forma, mientras yo apoyaba mi cabeza sobre su regazo y mamaba su espléndida teta, Zenobia hacía lo propio con mi agradecido miembro.

Con tanta tensión acumulada durante todo el día, mis huevos estaba increíblemente cargados. No podía contenerme, le anuncié que me corría y ella me dio permiso para hacerlo sin dejar de chupármela. Fue una corrida espectacular, no dejaba de descargar mi leche dentro de su boca, y Zenobia no me la dejó hasta que la lamió y rebañó el capullo con agrado.

Me incorporé y me senté a su lado. Los dos estábamos extasiados. Ella se me abrazó y cuando me quise dar cuenta, se había adormilado, con su carita de ángel, como su bebé. Y yo me quedé allí, inmensamente feliz, pensando de qué modo, a partir de entonces, podría revivir aquellos irrepetibles momentos

Mi hermana y yo.


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Habían pasado ocho años desde que había llevado mi hermana a un hotel y disfrutado del placer prohibido de tenerla. Desde entonces una mezcla de miedo y de pudor había hecho que nos viéramos con miradas cómplices pero que continuáramos deseándonos.
Cuando ella se casó dos años atrás, recuerdo que con el vapor del alcohol y después de haber bailado con ella, la bese disimuladamente en el cuello y le desee la mayor felicidad. En ese día sentí que se estremeció y lo hizo aun más cuando le pedí que fuera por un momento a un lugar apartado entre el salón y los baños donde la bese en la boca con pasión.
El día siguiente después de nacer su primer hijo fui a la clínica, estaba mi madre con ella y yo entré a saludarla, la vi en un bata transparente y trate de disimular cuando vi que su hijo succionaba de la enorme teta en que se habían convertido aquellos pechos rosados y duros que había besado con locura en un hotel de las afueras de la ciudad.
Yo casi habia olvidado ese dia cuando ocurrio la realizaciòn de un sueño que todo aquel que ha gozado del amor filial sabe que es repetitivo: Es un placer ùnico que marca la vida y que no tiene para lelo, por lo que siempre regresa en forma cìclica sin que uno lo pueda detener.
Ella vino un día feriado a mi casa, como muchas veces lo había hecho, pero yo estaba solo con mis dos hijos pequeños de tres y cuatro años ya que mi esposa estaba de viaje por un asunto profesional.
Su esposo la dejó en mi casa y juntos estuvimos hablando de los niños, y luego de darles comida tanto los dos nenes como su bebé se quedaron dormidos. Nos sentamos en la sala y como una cosa natural hablamos de la lactancia así como de la importancia que ella le daba a este aspecto.
No había podido evitar sentirme incómodo cuando ella le estaba dando el pecho al niño, me había incluso parado a buscarle un refresco en ese momento al mismo tiempo que viví una extraña excitación que me recordaba el momento de la clínica.
Estando así sentados, la miré más detenidamente, tenia una falda azul de algodón que le dejaba ver sus piernas blancas, recordé entonces cuanto me había gustado esa visión cuando años atrás había motivado que le dijera que mi carro doblaba solo hacia los hoteles y la felicidad que me dio cuando me dijo que no le importaría.
Repentinamente me dijo, estando los niños dormidos y los dos solos en la sala: "¿Nunca has probado la leche materna?", yo `titubeé y maquinalmente le dije "no", me quedé entonces callado, ella bajó los ojos y dijo: ""deberías, es dulce"… me quede de una pieza, pero le contesté: "me gustaría".
Con una audacia que desconocía me dijo: "si quieres te doy a probar". La quedé mirando a sus hermosos ojos café y le dije con dulzura "si tu quieres"… Ella contestó: "¿aquí?…", ahí comenzó mi ciclo, se me enfriaron las manos y sentí que la sangre me venía al rostro pero reponiéndome le dije: "Ven al cuarto", nos seguimos mirando, entré al cuarto y encendí la TV.
Ella estaba afuera, transcurrieron diez minutos y yo pensé que ya no vendría, sentí vergüenza de mis sentimientos, pero en esa confusión mental tocó la puerta y al abrirla entró ella. Me parecía un sueño, la tomé de una mano y la bese en la boca, primero románticamente y después con locura sintiendo mi lengua entrar a su boca como también su suave lengua tocando el cielo de mi boca y dejándose chupar.
La acosté en la cama y levante su falda, ella se tapó y me dijo que no podía hacerlo por razones médicas, entonces me dirigí a la blusa y comencé a desabrocharla, para encontrarme con un sostén inmenso que encerraba sus tetas hinchadas por la lactancia.
Me quité la ropa frente a ella y puse mi miembro en su mano mientras le halaba el sujetador, ella hizo alguna resistencia pero al fin pude soltarlo y ella emitió un suspiro diciendo que "era una locura".
Al tener delante de mi esas enormes tetas con venas y contraídas, se las mamé con locura pas&a
acute;ndomelas por la cara y pasándole la lengua de un pezón a otro. Le dije: "déjame al menos probar tu leche".
Ella apretó su seno y yo succioné locamente su líquido dulce regándomelo por la cara. Yo apreté la otra teta y seguí mamando su leche con enorme excitación mientras ella me pajeaba. Subí entonces y froté mi cabeza hinchada en sus enormes pechos mientras sentía como me hacía gritar el roce de las tetas de mi hermana, luego ella bajó y se lo metió en la boca, me lo mamó con sed, mientras yo veía el contraste de mi miembro moreno con sus tetas y boquita rosada.
Me habría encantado meterselo, pero no podía, así que le pedía que se apretara los pechos y le regué estas con mi líquido preseminal sobre los dos pezones. Seguidamente le dije que me iba a hacer acabar, ella pidió "acaba, acaba, damela". Yo la senté en la cama y me deleité metiendoselo en la boca, frotándoselo en los labios, la cara y sus tetas hinchadas.
Cuando sentí que mi leche venía, le pedí que se juntara sus dos tetas y empecé a moverme como loco, "toma mi leche mi amor, toma mi leche en tus tetaaaaas asiiiiii" y solté un chorro de leche espesa que le baño los pezones, los labios y la cara de mi hermana.
Ahora ella y yo sabíamos que nos deseábamos.

Amamantando a un desconocido.


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Tengo un bebé de 8 meses y lo amamanto, además desde antes de que naciera practico la lactancia erótica con mi marido y me gusta mucho la sensación que me produce el chupeteo en los pezones, es casi como una adicción .

Cuando iba a nacer mi bebé pedí permiso en mi trabajo por 6 meses y eso me dio la oportunidad de mantener mis tetas atendidas, ya sea por el niño o por mi esposo, he estado todo este tiempo con los pechos al aire y en ocasiones les he dado el pecho a ambos simultáneamente. El permiso de trabajo terminó y tuve que volver, durante la primera semana de mi regreso me pidieron que atendiera un negocio en
Pachuca y acompañada de una mamadera artificial me fui a trabajar a ese lugar, atendí los asuntos que me llevaron ahí y me dispuse a regresar nuevamente en autobús.

Elegí un asiento hasta atrás, en el que suponía viajaría sola, previendo la posibilidad de utilizar el tiraleche cuando mis tetas volvieran a llenarse, pero no fue así, un hombre joven y apuesto se sentó a mi lado al mismo tiempo que me saludo con cortesía. A los pocos minutos de haber arrancado el autobús me quedé dormida, pero pronto me despertó la sensación de presión en mis pechos, que repletos de leche empezaron a derramarse mojando la blusa camisera que portaba, impulsivamente toque mis pechos y entonces reparé en el extraño que estaba a mi lado, quien no apartaba la vista de mis enormes y prolíficas tetas sin disimular el deseo. Me dispuse a ir al baño para descargar la leche con la ayuda de la mamadera artificial, y le pedí al hombre de mi derecha que me permitiera salir de los asientos incorporando levemente mi cuerpo, él no se movió y tomando mi mano me jalando mi mano me devolvió al asiento mientras me preguntaba si me podía ayudar.

Me sentí confusa, sobre todo cuando sentí que la mano de él se posaba en uno de mis húmedos senos, la mano se quedó quieta y él se quedó esperando mi reacción, yo me indigné pero al mismo tiempo sentí como mi vagina se contraía de deseo, pasaron escasos segundos para que ese desconocido empezara a masajear suavemente mis pechos, y éstos respondieron de inmediato soltando aún más leche; después sentí como los dedos de una sola mano manipulaban los botones de la blusa, primero el de arriba, descendió otro y otro hasta abrir la blusa lo suficiente para exponer la ropa interior, bajé la vista y observé como la piel de pechos se veía abultada y parecía querer escapar con urgencia.

Como sí el hombre aquel entendiera la necesidad de liberación de mis tetas, pasó una mano por detrás y con gran destreza soltó las amarras del brassiere, para volver a poner una mano en cada teta y, después tomar una de ellas delicadamente para acercarla a su rostro, más bien a su boca. Su ávida lengua se posó en mis pezones para recoger el líquido esparcido por la piel, pasaba de una teta a la otra, de repente separaba el rostro para observarlos y después regresaba a lo que parecía una deliciosa tarea, limpiar mis redondos pechos de todo vestigio de leche.

Después puso los labios en mis pezones y empezó a mamar con fineza, pero ante mi pasividad, estupor e innegable placer que se delataba con mi respiración agitada, tomó confianza y chupo con fuerza y en algunos momentos hasta mordió los pezones incluyendo las aureolas, o alguna sección de la piel de mis pechos. Alrededor no había nadie, ni en los asientos delanteros ni en los costados lo que nos dio algo de intimidad, ya que los chasquidos de su boca al sorber eran ruidosos y mis gemidos podrían habernos delatado ante otro viajero que estuviera cerca.

Cuando él empezó a tomar la leche de mis pechos sostuvo una posición incómoda, torcida, pero poco a poco yo incliné el asiento hacia atrás, pasé mi brazo por detrás para rodearlo y mi regazo le dio cobijo para que se recostara sobre él y pudiera mamar cómodamente. Esto permitió que mientras chupaba un pezón, su mano jugara con el otro, mientras mi mano que quedaba libre acariciaba afectuosamente su cabello, por momentos el soltaba el erecto pezón para mirarme a los ojos con agradecimiento y regresaba a lo que parecía la más placentera de las tareas para él, lamer, chupar, mamar, succionar uno y otro pecho, vaciarlos.

Cuando ambos pechos quedaron sin nada él se durmió prendado a mi pezón sin dejar de mover sus labios suavemente. Yo estaba con las chichis y la vagina húmedas, había alcanzado varios orgasmos durante el tiempo transcurrido en ese estado de frenesí erótico compartido con el desconocido.

Cerré los ojos sin dejar de acariciar su pelo y así siguió el viaje hasta que un ruido de frenos me puso en alerta. Le moví con suavidad y firmeza, él despertó y comprendió la situación, depositó un beso en cada pezón, sacó un pañuelo, limpió los restos de leche de su rostro mientras yo reacomodaba mis pechos dentro del sostén y los volvía a aprisionar al cerrar botón tras botón de mi blusa. Él sin decir nada se puso de pie y lo vi desaparecer por el angosto pasillo del autobús. Nunca lo olvidaré...

Mi cuñada ingrid.


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Desde muy pequeño, cuando apenas contaba con seis años de edad, me empezaron a atraer sobremanera los senos de las mujeres, creo que se debía, a que mis primas, cuñadas y tías por lo mismo que era muy niño, se desnudaban frente a mi como si no existiera y es ahí donde precisamente empiezo a observar a una prima que era linda, con un cuerpo fenomenal y unas tetas impresionantes, ella llegaba a almorzar todos los días a mi casa ya que debía regresar a su trabajo por la tarde, entonces en ese lapso entraba a mi habitación a quitarse la ropa que traía y ponerse algo mas cómodo para la hora de ir a almorzar. Durante mucho tiempo sucedió esto hasta que mi padre compró una casa en una zona residencial, por lo que ya a mi prima le quedaba muy lejos de su trabajo ir a almorzar a mi nueva casa.

Cuando contaba con nueve años de edad y ya era un fanático de las revistas de mujeres desnudas, nació mi segundo sobrino, hijo de mi hermano mayor y su esposa mi queridísima cuñada Ingrid, debo comentar que soy el último de cinco hermanos varones, que era verdaderamente una belleza, y envidia de muchas mujeres, por su porte y excelente figura, era una mujer de aproximadamente 1.66 m. de estatura, de cabellos sumamente negros que llegaban hasta sus hombros de tez muy blanca, unos hermosos ojos negros muy grandes y una cejas largas bastante pobladas pero perfectamente delineadas, de nariz pequeña muy perfilada y unos estupendos labios carnosos que la hacían muy sensual en su boca pequeña. Su cuerpo era espectacular, contaba con unas enormes tetas, una cintura bastante pequeña, para ser mamá por segunda vez y un culo prodigioso, sumamente perfecto, ancha de caderas y bastante salido, sus piernas eran contorneadas desde los muslos hasta las pantorrillas y de pies pequeños.

Mi madre, que es una mujer criada bastante a la antigua, cuando mi cuñada Ingrid le daba de lactar a su bebé, no me permitía que entre a la habitación de ésta, tanto así que nunca presté atención a cuando lactaba mi sobrino, hasta que un día Ingrid estaba dando de lactar y me llamó para alcanzarle el babero que estaba lejos de ella, inocentemente acudí al llamado pensando que había terminado de atender al niño, ya que ella sabía que mi madre me tenía prohibido entrar a su habitación cuando estaba atendiendo al bebé. Y OH! sorpresa, me encontré con un espectáculo que me dejó con la boca abierta... Ingrid estaba dándole de lactar a mi sobrino, era una teta inmensa blanca producto de la lactancia con una aureola marrón no muy oscura muy grande y un pezón fabuloso, cual habría sido mi expresión que ella solo atinó a sonreír, claro que inmediatamente mi pene se puso en una erección inaguantable. A partir de ese día hasta los ocho meses que cumplió mi sobrino no dejé de acompañar!
a mi linda cuñada ni un solo día, lo que percaté y me llamó bastante la atención a mis cortos diez años era que le encantaba que la mirara, ella en ese entonces contaba con 25 años, ya que cuando terminaba de amamantar al niño, me lo alcanzaba para que lo cargara mientras ella se sacaba las dos tetas para aseárselas con un algodón, al comienzo me daba la espalda me parece que por recato, pero sin embargo por los costados de la espalda podía apreciar esos inmensos trozos de carne bamboleantes que se aproximaban y eran los que me hacían terminar en una inmensa paja, pero luego cierto día, creo que por descuido y bastante confianza por lo que andaba todo el rato con ella, volteó de improviso para tomar un brasier limpio y me encontré frente a frente con sus enormes tetas, a lo que ella comentó, ¡uuyyy! Bueno, ya me las has visto bastantes veces y no creo que te asustes ahora, yo estaba mudo, no sabía que decir, pero sin embargo se me ocurrió decirle, que me parecía raro que t!
odos los días me diera la espalda para asearse, si ya me había familiarizado bastante con su cuerpo y que sus senos eran hermosos. A ella le encantó el comentario, se vio reflejado en su rostro. De ahí en adelante jamás me dio la espalda para asearse, siempre lo hacía frente a mi, con lo cual muchas veces hacía que terminara ahí parado, mirándola, sin darme tiempo de correr a mi habitación para pajearme. Que días mas fabulosos pasé contemplando este divino espectáculo, hasta que tuvo que llegar ese día tan nefasto para mí, ella dejó de amamantar al niño, pero debo resaltar que continué durante varios años haciéndome una pajas de lo mas increíble tan solo pensando en esos maravillosos momentos. Pasó un buen tiempo, tratando de ver la forma como verla nuevamente por lo menos semi desnuda, pero nada, la noté mas cuidadosa conmigo, una que otra vez que se cambiaba la blusa frente a mi, donde parecía que el sostén iba a reventar, por sus enormes tetas pero nada mas. Hasta que vin!
o una nueva oportunidad, una noche que nos habíamos quedado solos ella con sus dos pequeños y yo, me llamó a su habitación para que la acompañara a ver una película, ya que su esposo, mi hermano iba a llegar tarde, por una reunión de trabajo que tenía, acepté la invitación no de muy buena gana, porque estaban los niños despiertos y dormían ahí mismo, y ella ya estaba metida en su cama bien cubierta, sin embargo, en un momento que se durmieron estos, y yo estaba semi dormido, me comentó que regresaba en unos momentos porque tenía que ir al baño, ya contaba con 12 años de edad, y cuando se levantó, oooh! Maravilla, tenía un babydoll sumamente cortito de color blanco y transparente, bien pegado a sus enormes tetas que se dejaban ver en una forma muy clara sus enormes pezones marrones y es más ahora podía apreciar su extraordinario culo, que se traslucía a la luz del televisor y de la lámpara de la mesa de noche, ella llevaba una minúscula tanga, que no llegaba a cubrirle su bie!
n proporcionado culaso, esperé a que regresara para nuevamente apreciar semejante monumento, lo cual me despertó una poderosa erección a punto de reventar, esa noche ella fue al baño tres veces mas, la última vez exploté ya sin ningún temor, me mojé la barriga, el pecho hasta la garganta, de la fuerza con que salió disparada mi leche. Este fue un motivo para que al menos tres veces a la semana me quedara viendo televisión hasta tarde con mi cuñadita, y hasta en ocasiones después de regresar del baño, ella se quedaba sin taparse con la frazada, lo que me ocasionaba repetidas convulsiones, era una mujer que le encantaba mostrarse, era sumamente coqueta, en la calle, muchos hombres la devoraban con los ojos.

Todas las vacaciones de verano siempre las pasaba en el norte del país donde la temperatura es muy elevada llega casi a 38° C y donde las mujeres son sumamente calientes y bellas, era mi mayor diversión, pero el verano cuando ya contaba con 16 años, y estaba dispuesto a irme al norte, mi hermano me dice, que junto conmigo va a viajar Ingrid y 2 de sus hijos, para ese entonces ya contaba con tres hijos, pero se había puesto mucho mejor de lo que era, la maternidad le había asentado sobremanera, ella ya contaba con 31 años. La verdad, no me entusiasmó mucho la idea, porque en la casa de mis parientes en el norte del país, mis tías eran bastante recatadas, e iba a tener que estar acompañándola con mis sobrinos por todos lados. Cuando llegamos a esta bella ciudad, me sorprendí totalmente que nos dieran una sola habitación para los cuatro (Ingrid, sus dos hijos y yo), seguro por lo que era la mas grande de todas, en ella había una cama grande matrimonial que la iba a usar mi cuña!
da y sus dos pequeños y al frente una cama mas pequeña para mi. Mis ojos brillaron, porque inmediatamente pensé que la iba a ver desnuda por cualquier motivo a Ingrid o que la iba a ver en su extraordinario babydoll, eso, me excitó demasiado, pero la primera noche a pesar que me había hecho el dormido ella se cambió en el baño de la casa y se echó a dormir con unos pijamas nada transparentes, solo podía notar que estaba sin sujetador porque esos enormes pechos iban de un lado para otro. Bueno, cualquier pretexto era bueno para masturbarme pensando en ella, al siguiente día, salimos a que conozca un poco la ciudad y por la noche me desaparecí con mis amigos a parrandear un poco, pero cuando llegué a la casa, solo estaban mis sobrinos mas no su mamá, se habrá ido de juerga pensé. Me dormí tan profundamente que no la sentí llegar, pero la sorpresa fue al despertar, lo hice muy temprano 6 am y cuando levanté la cabeza para mirar la otra cama, estaba mi cuñadita acostada boca aba!
jo, sin cubrirse, con la pijama hasta la cintura y sin truzaaaa!!! Guuaaaau!!!! Que enorme y perfecto culo, no lo podía creer, me dio un poco de temor hacer ruido y que se pudiera despertar y cubrirse, así que me quedé contemplando esa inmensa cola por espacio de 30 minutos aproximadamente y como no despertaba, opté por levantarme sumamente despacio y acercarme a mirarlo de muy cerca, era perfecto, sumamente blanco, marcado con el bronceado del bikini, me la empecé a correr ahí mismo, necesitaba tocarlo, así que lo primero que se me ocurrió fue cubrirlo, pero al momento de hacerlo se lo toqué de una manera muy suave que ni siquiera sintió, así que volví a hacerlo unas 3 veces mas pero cuando se movió, inmediatamente le dije que la estaba cubriendo porque estaban sus niños al costado, a lo cual ella asintió la cabeza y volvió a dormir, terminé de hacerme la paja en la ducha, en unos momentos se me había puesto la pija enorme, con una cabeza gigante, debo de comentar que la te!
ngo de tamaño normal, pero con todas las parejas que he estado me han dicho que lo tengo sumamente grueso. Luego de salir de la ducha me dirigí nuevamente a la habitación y ya se encontraba despierta, y me dijo que iba a tomar una ducha para tomar el desayuno e ir a conocer mas lugares de la zona, le contesté que estaba bien que la esperaba en la habitación con los niños mientras terminaba de ducharse. Cuando terminó y se dirigió a la habitación lo hizo, solo cubierta con una toalla a la altura del pecho, y nuevamente se me paró como un resorte, pero inmediatamente pensé que me iba a decir que saliera para terminar de vestirse, no fue así, cerró la puerta y empezó a conversar conmigo, preguntándome como había ido el día anterior, mientras por debajo de la toalla se ponía su truza y unos shorts rosados, cuidando mucho de que no se le vea nada, pero ahora venía lo bueno, me preguntaba como iba a hacer para colocarse el sostén....y lo que hizo, fue repetir lo que hace algunos a!
ños había hecho, me dio la espalda dejó caer la toalla al piso y cogió su prenda para colocársela, fue impresionante ver nuevamente esas tetas gigantes por los costados de su espalda, y otra vez a correr al baño para pajearme sin piedad.
Ese mismo día, ya de noche, cansados de la caminata turística, nos fuimos a descansar, mis sobrinos cayeron privados a dormir, Ingrid se puso a leer unas revistas, con la luz encendida y yo igual, solo que en la cabecera de la cama que ocupaba había una pequeña lamparita para leer, como los niños por el reflejo de la luz principal se despertaban por ratos ella optó por apagarla quedando sólo mi lamparita prendida. Al rato me dice que no podía dormir y que quería seguir leyendo, pensé que era una indirecta para cambiar de cama, pero no fue así, me dijo que me hiciera a un lado para acostarse junto a mi. Tembloroso le hice caso, temía que se diera cuenta de mi miembro sumamente erecto, me avergonzaba, así que le di la espalda y mis nalgas rozaban con su pierna, al rato me volteo y me coloco de frente mirando el techo de la habitación, y sentí su pierna encima de la mía, ufff! Iba a explotar, me comentó que hacía mucho calor y que se iba a sacar su camisón de dormir, y que iba !
a estar cubierta con la sábanas, lo cual hizo, debajo de éstas, no lo podía creer, estaba totalmente desnuda al costado mío tremendo monumento de mujer, yo seguía aún con mis boxers y sudando frío, cuando en eso ella me da la espalda y yo bajo la mano y toco su pierna, como no dijo nada la dejé encima, empecé a acariciársela, y como también seguía callada fui directo a sus nalgas acariciándolas, sumamente suave, eran inmensas, continué amasando ese poderoso y enorme culo, perfectamente redondo y rígido, así que me dirigí al centro con mi dedo índice, el cual luego de 15 segundos aproximadamente giró para darme la cara, pedí disculpas, pensé ofenderla, sin embargo me brindó una sonrisa de satisfacción, y procedió a bajarme los boxers, me quedé inmovilizado, y me agarró la pija y los huevos maravillosamente, estaba a punto de terminar, y apretó su cuerpo al mío, sentía sus tetas divinas en mi pecho, y empezó a besarme, que delicioso beso, largísimo, aproveché para empezar a t!
ocar esas tetas que toda mi vida había soñado con tenerlas, no dejaba de acariciárselas, hasta que bajé y empecé a chapárselas por espacio de 20 minutos creo, se las mordisqueaba, y no dejaba de succionar su tremendo pezón, ella gemía de placer, y me pedía que siguiera, que no parara, en eso, bajo mi mano para apoderarme de su concha, era para mí bastante grande a comparación de las que había visto y tocado anteriormente, jugué con sus labios y su clítoris, hasta hacerla terminar un par de veces, para esto no dejaba de succionarle las tetas, hasta que me hizo a un lado y me dijo sube, quiero que me lo metas hasta el fondo, debo confesar que ni bien coloqué la cabeza en la puerta de su concha ingresé inmediatamente hasta el fondo, estaba mojadita, creo que apenas duré 5 minutos y la bañé en leche, ella, como no se me bajaba también terminó. Descansamos un momento, y yo como siempre con mis manos en sus tetas, diciéndole que desde pequeño me había atraído demasiado, ella confe!
só que le gustaba que la mirara cuando se cambiaba, cuando daba de lactar, cuando se aseaba, etc. En eso empezó a acariciarme y luego a correrme nuevamente la pija, la cual se puso dura de inmediato, le pedí que me enseñara todo los placeres del sexo, ya que con 16 años no había tenido casi nada de experiencia, me contestó que no había problema, para cual, siempre corriéndomela, se bajó y empezó a chupármelo de una manera increíble, que manera de mamar, me lamía los huevos, se los metía a la boca recorría el largo de mi miembro con su lengua y vuelta se la metía a la boca, me hacía una paja con sus labios, que riiico....., como comprenderán me vine en su boca y en sus tetas, la cual bebió hasta la ultima gota, habrían pasado 5 minutos y nuevamente me la empezó a correr y como resorte la tenía nuevamente lista para otra batalla, y me comentó que era lo que siempre se imaginó, estar con un joven de 16 años como yo, le iba a traer muchas satisfacciones, porque se venían y nueva!
mente estaban listos para otra faena, me pidió que le chupara las tetas lo mas fuerte que pudiera y por ratos que se las mordisqueara y con mi mano derecha, le metiera el dedo medio y el índice poco a poco al culo y con la otra mano le frotara toda la concha y por momentos pellizcarle el clítoris, lo hice así, sin quitarme de la boca sus hermosos pechos, se vino 2 veces seguidas, y enseguida me dijo que le chupara la concha, lo cual hice sin ningún problema, durante 20 minutos aproximadamente, para luego terminar en estupendo perrito. Esa noche fue increíble, igual que las demás, lo hacíamos a cada momento, hasta que una tarde a sus hijos se los llevaron a visitar a unos parientes y nos quedamos solos en la habitación, empezando otra faena, esta vez empecé masajeándole la espalda, la cintura y el enorme culo, poco a poco le fui metiendo el dedo y paralelamente le frotaba el clítoris, dándole variados besitos tanto en la concha como en el culo, estaba tan caliente que se pus!
o en cuatro y me pidió metemelo por el culo.... accedí encantado, para lo cual, cogió un pote de crema de manos y me pidió que se lo untara en todo su orificio, para que a la hora de meterlo sea mas fácil y mi pija resbale. Que cogida!! Como apretaba ese culo....guauuu, me vine 2 veces, era tanta la excitación que ni siquiera lo saqué a la primera terminada. Fue el verano mas maravilloso que pasé con mi linda cuñadita jamás imaginé coger tanto y con un monumento de mujer, de ahí en adelante nuestra relación fue como si no hubiera pasado nada

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